mayo 24, 2022

Gustavo Garmendia, héroe de la Revolución

Gustavo Garmendia, héroe de la Revolución

Miguel Ángel González Córdova

Un nombre muy conocido para los habitantes de Culiacán es el de Gustavo Garmendia, pues así se identifica al mercado principal, que se significa como un sitio de confluencia cotidiana por excelencia. Cabe entonces recordar el legado de valor y de entereza que la memoria del personaje así nombrado perpetúa en la historia por su participación heroica en la etapa revolucionaria de México.

Valga para tal propósito la sustracción de algunos párrafos contenidos en la compilación de aportaciones testimoniales de la Crónica Ilustrada de la Revolución Mexicana, Editada por Publex, S.A., en 1966.

En defensa del Caudillo

El martes 18 de febrero de 1913 el reloj de bronce del despacho privado del Presidente Francisco I. Madero dio las dos de la tarde. La puerta se abrió violentamente y entró el teniente coronel Jiménez Riveroll acompañado por el mayor Izquierdo.

Madero, que con sus colaboradores inmediatos se disponía a pasar al comedor, se detuvo sorprendido.

– Señor Presidente, de parte de mi general Huerta vengo a informarle que el general Manuel Rivera viene de Oaxaca con todo un ejército rebelado. Es preciso que usted salga de aquí, pues peligra su vida.

Jiménez Riveroll trataba de convencer al Presidente para que lo siguiera, en medio de las dudas de sus colaboradores, cuando comenzó a entrar al antedespacho un grupo de soldados armados de fusiles, lo que hizo gritar a uno de los ayudantes de Madero:

– ¿A dónde va esa fuerza? – Y ordenó la retirada.

Jiménez Riveroll, con el rostro descompuesto por la ira, gritó entonces a la tropa que ya se retiraba:

– ¡Soldados! – ¡Alto, media vuelta a la derecha, levanten armas, apunten, fuego!

Mas no pudo acabar la frase. El capitán Gustavo Garmendia, a la vez que clamaba: – ¡Al presidente nadie lo toca!, le descerrajó un tiro en la sien. Al ver aquello, el mayor Izquierdo trató de disparar su pistola en contra de Madero, pero el capitán Federico Montes se le adelantó y lo tumbó de un tiro mortal.

Marcos Hernández, héroe civil

El piquete hizo entonces una descarga cerrada sobre Madero, pero el ingeniero Marcos Hernández se arrojó a cubrir con su cuerpo al Presidente. Al disiparse la humareda yacían en el suelo los cadáveres de Marcos Hernández, el heroico defensor del Presidente, y de los dos oficiales traidores. Madero, con los brazos en cruz, se dirigió a los soldados, avanzando hacia ellos y exclamando con pasmosa serenidad: – ¡Calma, muchachos! ¡No tiren!

Momentos después, Madero descendió por el elevador hasta el patio en busca de apoyo en algún cuerpo del ejército que estuviera cercano. En el Patio de Honor, Madero encontró a los soldados del 29 de Infantería, los del general Aureliano Blanquet, en perfecta formación y los arengó:

– Soldados, se quiere aprehender al Presidente de la República, pero ustedes sabrán defenderme, pues si estoy aquí es por la voluntad del pueblo mexicano.

La traición y el magnicidio

Pero en aquel momento, del fondo del patio surgió el general Blanquet, que ya había arrestado al Vicepresidente Pino Suárez y quien, pistola en mano, avanzó hacia Madero, y con voz alterada le dijo:

– Señor Madero, es usted mi prisionero

A esa detención sucedieron cuatro días hasta la noche del sábado 22 de febrero, cuando se consumó el magnicidio en una estrecha calle situada en el costado trasero de la penitenciaría. Momentos antes de la descarga mortal, Madero, al ver que el automóvil no se detuvo a la puerta del penal, preguntó alarmado: – ¿A dónde vamos? A – Vamos a entrar por atrás, – repuso el mayor de rurales, Francisco Cárdenas. – Atrás no hay puertas – replicó Madero.

Los automóviles se detuvieron, y Francisco Cárdenas dijo a Madero: a – Baje usted. – y acompañó sus palabras con un empellón. El Presidente descendió del vehículo, y apenas puso pie en tierra, el mayor Cárdenas le disparó por atrás, en la cabeza. La muerte fue instantánea.

Al mismo tiempo, en el otro automóvil el oficial de rurales Rafael Pimienta hirió al Vicepresidente Pino Suárez que, pese a sus lesiones intentó huir, pero fue

herido nuevamente y ya caído fue acribillado por una descarga de la gendarmería.

La muerte de un valiente

Por su parte Gustavo Garmendia desertó del ejército huertista y se incorporó a las fuerzas constitucionalistas por lo que el miércoles 12 de noviembre de 1913 comandaba un batallón al lado del general Manuel Diéguez, dispuesto a apoderarse de la Capilla de Guadalupe, actualmente La Lomita, a la vista de la ciudad de Culiacán.

A los 32 años de edad, Garmendia ostentaba el grado de teniente coronel   revolucionario, y esa mañana, al frente de su batallón avanzaba con pie resuelto, dejando constancia del valor que lo caracterizaba y que lo convirtió en blanco del enemigo. Avanzó unos minutos a la vanguardia antes de caer con la pierna destrozada por una bala expansiva.

Sus lugartenientes lo retiraron del lugar donde había caído y trataron inútilmente de llevarlo al tren militar en el que estaban los servicios médicos. Era imposible atravesar por aquel infierno de metralla. Se trató entonces de contener la terrible hemorragia, pero la vida escapó de aquel cuerpo, y la muerte le llegó en medio de la batalla.

– ¿Quién es este teniente coronel tan valiente que así muere? – a preguntó un soldado.

– Es el teniente coronel Gustavo Garmendia – repuso otro – El mismo que salvó la vida del Presidente Madero cuando el traidor Jiménez Riveroll intentó apresarlo en el Palacio Nacional. Garmendia sacó la pistola y mató allí mismo al mal nacido que quiso poner la mano sobre el caudillo.

Y todos enmudecieron un momento

El cadáver de Garmendia fue conducido al cuartel general donde jefes y oficiales le hicieron guardia, y a la mañana siguiente fue trasladado a Navolato, donde se le dio sepultura con los debidos honores.

Gustavo Adolfo Garmendia Villafaña nació en Oaxaca, el 24 de julio de 1881, ubicación al parecer circunstancial. Su cadáver estuvo sepultado en Navolato, desde el 13 de noviembre de 1913 hasta diciembre de 1916, cuando por órdenes del Presidente Venustiano Carranza sus restos fueron trasladados al Panteón Francés de la Ciudad de México, donde la inhumación se hizo con los honores que correspondían a un héroe de la Revolución.

© Derechos Reservados La Crónica de Culiacán - Gobierno de Culiacán 2018 - 2021
Correo Electronico: La Cronica de Culiacan
Blvd. México 68 s/n, Col. República Mexicana, Culiacán, Sinaloa, México Tel 667 758 0101