Rosendo Romero Guzmán
En la ciudad de Culiacán, el edifico del Mercado Gustavo Garmendia es un referente obligado por los servicios que presta en el intercambio de bienes y servicios, aunado a su arquitectura estilo francés, inspiración del arquitecto Luis Felipe Molina Rodríguez. El edificio se encuentra en el centro histórico de la ciudad, en la parte poniente de un predio delimitado por la avenida Domingo Rubí y las calles Ángel Flores y Miguel Hidalgo. Popularmente es conocido como Mercado Garmendia.
Para iniciar su edificación, en 1908, el gobierno municipal requirió al comerciante Amado Andrade el préstamo de cien mil pesos, en 1909 iniciaron las labores preparatorias para su edificación y estas se reflejaron en el derrumbe de los viejos puestos, todo quedó listo para que el 15 de septiembre de 1910 y en el marco de los festejos por el centenario de la independencia nacional, el gobierno del Estado, representado por Diego Redo de la Vega, anunciara con pompa el inicio oficial de su edificación, desafortunadamente la obra no prosperó por el estallido de la revolución.
En 1913 y ante la presión social de comerciantes y consumidores, la construcción del mercado se reactivó, aunque esto implicó para el gobierno municipal, aceptar un nuevo préstamo por sesenta mil pesos proporcionado por el comerciante Jorge Almada, a cambio el aportante y mientras se cubriera totalmente la deuda, recibiría el diez por ciento de interés anual. En 1915 se Concede al Ing. Eliseo Leyzaola la dirección y administración de las obras del mercado en construcción, cargo que ejerció hasta 1916, año en el que inconcluso mercado inició actividades, además de ser bautizado como Mercado Gustavo Garmendia, en honor del teniente coronel Gustavo Adolfo Garmendia Villafañe, revolucionario que falleció en 1913 durante la toma de la ciudad de Culiacán por las tropas de Álvaro Obregón.
Fue hasta 1918 cuando se logra entregar un mercado terminado en su construcción con una tipología correspondiente a las proporciones monumentales de la arquitectura del porfiriato. Al frente, por la hoy calle Ángel Flores, contaba con hermosos jardines ya desaparecidos, además de amplios escalones y una explanada que facilitan el ingreso al inmueble, por cierto, hoy escondidos entre los puestos. La gente aprovechaba este espacio para su recreación y esparcimiento.
Juan Macedo López, el periodista y escritor colimense, al conocer el multicitado mercado lo describió de tal manera que no pudo ocultar su enamoramiento por el edificio: “…su frontispicio lo inclinó a imaginar que estaría pronto en el interior de una gran biblioteca. Las soberbias dobles columnas que rematan en su ático elegante en donde reposaban algunas palomas, invitaban a sugerir que el edificio era casa de estudio, tal vez la universidad. Sorprendido, recibió el saludo del aroma de la canela, el picor de la pimienta, la redondez oranda del queso de Mocorito, del que le había hablado el general Iturbe en un almuerzo en donde escuchó a Martín Luis Guzmán, extraordinario conversador. El local era inmenso y tenía espacios perdidos. Un Mezzanini sería ideal para instalar las fondas del mercado Vizcaíno, de lamentable aspecto. O una biblioteca o tal vez una sala de conferencias.” [1]
Desafortunadamente por disputas entre el Ayuntamiento, locatarios y ambulantes, en 1918, el gobierno municipal presidido de manera provisional por Juan J. Morales aprobó la instalación de los primeros quince puestos fijos instalados en la parte externa del edificio del mercado, en el oeste, dando origen al ahora conocido pasillo de las zapaterías y huaracherías. Entre 1921 y 1922, se estableció la prohibición de confeccionar y expender alimentos al interior del mercado Garmendia, pudiendo establecerse en la explanada norte de dicho edificio únicamente puestos eventuales, de tal naturaleza susceptibles de movilizarse. La realidad es que ya no los pudieron sacar y con el tiempo se construyeron puestos permanentes, dándole así el adiós a los jardines. Después y con el pretexto de obtener recursos para construir la banqueta del mercado se aprobó construir puestos en el lado poniente del edificio.
Hoy el Mercado Garmendia sigue sobreviviendo a la modernidad y no deja de ser un lugar de referencia para muchos culichis y el sitio en donde encontrar mercancías y servicios variados. Hay que esperar a ver quiénes o quién se atreve a regresarle su belleza arquitectónica. Todo al tiempo.
[1] Juan Macedo López (1986). Laudanzas a Sinaloa y a Colima, Editorial Culiacán, S.A., Culiacán Sinaloa, p