Esperanza Echavarría y Eldorado. Un pueblo contra su nombre.

Rosendo Romero Guzmán

«Es, en verdad, una historia, como pocos pueblos tienen, hecha con amor y conocimiento, pero, sobre todo, con un lenguaje coloquial que cada eldoradense debería tener bajo su almohada. Va en ello su identidad.»

Adrián García Cortés[1]

La autora.

Como eldoradense, tengo el honor de comentar el libro,  Eldorado. Un pueblo contra su nombre de Esperanza Echavarría, todo un clásico de la historiografía del valle del San Lorenzo. La primera y segunda edición estuvo bajo el cuidado de Editorial Culiacán, S.A. y se realizaron en 1981 y 1982 respectivamente. En el 2000, La Crónica de Culiacán, institucion del gobierno municipal tuvo a bien publicar una nueva edición de esta obra, que se vio enrriquecida con una semblanza biográfica de la señorita Echavarría, escrita por Adrián García Cortés.

Se incluyen un par de fotografías de la autora, proporcionadas por la señora Consuelo Echavarría de Zavala; además, la portada está ilustrada por una estampa de la campiña eldoradense realizada en óleo por la señora Guadalupe Guzmán Mendoza, nativa de este bello pueblo. En verdad, ya era necesario un nuevo tiraje de la obra, pues se estaba convirtiendo en una pieza rara, digna de coleccionistas.

Esperanza Echavarría López, fue una mujer excepcional que amó intensamente su espacio matrio, el pueblo de Eldorado, hoy cabecera de sindicatura del municipio de Culiacán. Este microcosmo bañado por el otrora caudaloso río San Lorenzo, aquel que Nuño Beltrán de Guzmán creyó que era el de las legendarias amazonas, y por las aguas del Mar Bermejo o Golfo de California.

Se dice que quien ama se convierte en poeta, en este caso, la realidad se apega a esa sentencia de la Grecia clásica, pues la autora así lo reflejó cuando rescató y escribió parte de la historia del pueblo, ella no pudo o no quiso ocultar su gran amor al terruño que la adoptó desde muy pequeña.

En registros de la iglesia de Mocorito existe un acta que data de 1911, la número ochenta y cuatro, donde se da fe del nacimiento y bautismo de nuestra autora y que a continuación se reproduce:

En la iglesia de Mocorito, á veinte y cinco de Enero/ de mil novecientos once yo el Pbro. Ernesto Verdugo Fálquez, Cura de esta parroquia, bauticé solemnemente, / puse el santo óleo y sagrado crisma á una niña que/ nació en esta villa el nueve de Diciembre próximo/pasado y le puse por nombre Ma. Esperanza Concep/ción, hija legitima de Miguel F. Echavarría y / Ma. Jesús L. Díaz Sánchez; abuelos paternos, Antonio/ Echavarría y Marina Fuentes; abuelos ma/ternos, Policarpio Sánchez y Juliana Díaz; / padrinos Serapio López y Delfina Echavarría,/ a quienes  advertí su obligación y parentesco espiritual. Doy fé. /Pbro. E. Verdugo Fálquez (rúbrica).

Ella falleció el 26 de agosto de 1998 en la ciudad de Culiácan, capital del estado de Sinaloa. No tuvo hijos ni contrajo matrimonio.

Procedente de Mocorito llegó al pueblo por primera vez en 1916; era una niña de tan solo seis años de edad, por lo que no es difícil imaginar, que desde entonces quedó prendada de Eldorado, del que no se sabe si fue construido entre árboles, o los locales los sembraron en las calles y patios, dando la impresión que como fieles guardianes custodian el caserío y sus gentes. Cómo no habría de enamorarse de sus huertos llenos de mangos, ciruelos, litches, jaimitos, chicos, cuadrados y otras frutas exóticas, de sus verdes cañaverales, de los paseos a las playas de La Puntilla, El Robalar, Santa Martha, Ponce y la Boca del Río, de esa hermosa calzada de los bambúes que adornaban la actual calle México, dándole el aspecto de un túnel verde.

Génesis literaria.

Pero ¿cómo le surge la idea a Esperanza de escribir esta obra? Ella misma lo explica en la parte de la introducción, confesando que fue

«A media tarde, de un día soleado del mes de mayo de 1966, asomada por la ventana de mi despacho en el segundo piso del edificio de las oficinas, recorrí con la vista la gran chimenea de concreto y la alcé hasta los 106 metros de altura y allí me detuve. Me puse a contemplar el humo que de ella salía, gris claro, que poco a poco se fue destiñendo hasta quedar casi blanco. Mirando ese humo concentré los pensamientos que en ese momento afluyeron a mi mente: lo que era este ingenio azucarero, qué significaba para la vida de miles de gentes que de él dependíamos; de lo que yo había visto a través de 40 años de laborar en él, de su proceso de elaboración tan interesante. Mis pensamientos volaban, me entusiasmé, me hice ilusiones y sentí la necesiad de escribir como si se tratara de hacer un sencillo poema como cuando estamos inspirados. Y me eché a cuestas esta tarea…»

La encomienda no fue fácil. Sin embargo, lo que le ayudó bastante fue el haber escrito un diario, que inició en 1926 y que siguió escribiendo en su vejez; en él apuntó los sucesos que juzgó importntes y que se suscitaron no sólo en Eldorado, sino en el ámbito nacional e internacional. De gran valía fue el afecto que le tuvo Diego Redo a Esperanza, razón por la que la convirtió en su secretaria particular, dándole  acceso a presenciar y/o participar en sucesos trascendentales en la vida de la familia Redo, del pueblo y el ingenio; a esto hay que agregar que su jefe tuvo la costumbre de dictarle sus memorias, tanto de su vida personal como sus experiencias políticas, para que las registrara y las archivara.

También hubo necesidad de hurgar en su memoria para rescatar recuerdos, platicar con testigos, buscar en archivo de la empresa y otras instituciones, además de  recortes de periódicos. Una vez que el libro quedó terminado, resultó una obra excelente, sobre todo porque abarca diversos aspectos de la vida social y económica de este pueblo de inicios del siglo veinte. La autora decidió titular  su obra Eldorado. Un pueblo contra su nombreaduciendo que pese a su importancia económica, el pueblo no tenía nada de el mitico dorado en donde abundaba el oro y las riquezas y de ello culpó a las autoridades gubernamentales.

La importancia del libro.

En términos generales la obra se constituye de 236 páginas organizadas en diez capítulos que versan sobre los orígenes del pueblo, una descripción física y características del lugar, la Revolución, costumbres, los renovadores, los Redo, asuntos agrarios, sindicalismo, Diego Redo y el cambio final. Temporalemte abarca desde la concepción y fundación del pueblo en 1900 y termina en 1972 cuando el ingenio deja de pertenecer a la familia Redo.

Muchas horas de desvelo ha de haber pasado Esperanza, presionando emocionada cada una de las teclas de su vieja máquina de escribir, para ir plasmando el texto que dio vida a su libro, emulando de esta manera al paciente escultor que a cincelazos va quitando las aristas y los sobrantes de la mole de mármol que tiene enfrente, hasta dejar al descubierto la bella escultura que guarda en su interior.

A pesar de ser una escritora e investigadora empírica, mostró destreza y capacidad en la realización y consolidación de su sueño largamente acariciado, escribir Eldorado. Un pueblo contra su nombre. Su prosa es ligera y amena, adornada con regionalismos, mostrando en ella la sencillez y grandeza de su espiritu, dándole así más sabor a la lectura.

En ocasiones cae en el tedio, como cuando en forma doctoral explica en demasía y con un lenguaje técnico las características y especificaciones del difusor que se instaló en 1967 para moler la caña de azúcar, es más, parece que está hablando un ingeniero industrial, lo mismo ocurre cuando explica el proceso para fabricar azúcar.

Sin duda su esfuerzo rindió frutos, pues retrató un Eldorado que ya se fue, y que a través de la escritura, Esperanza, lo atrapó y lo muestra a propios y extraños y sobre todo a las nuevas generaciones, además de arrancar suspiros nostálgicos a aquellos que vivieron parte de lo que ella relata.

Poco escapó a su agudeza investigadora, pues prácticamente aborda los aspectos más importantes que tienen que ver con el devenir de Eldorado, así como las vicisitudes que pasó la  familia Redo para convertirlo en un emporio agroindustrial.

También consigna una descripción del lugar, de sus playas, del clima, flora, fauna y desastres naturales, así como de las costumbres de los lugareños, principalmente sus festividades y creencias, sin descuidar el mencionar la existencia de una «alta» sociedad formada por los notables del pueblo.

Ahí están los movimientos sociales que alteraron de alguna manera la vida de los lugareños, como es el caso de la revolución, la rebelión de los renovadores y las luchas sindicales y agrarias.

No podían faltar los personajes populares, como el famoso Chilindrín, que fue pionero en el transporte vecinal, pues en un viejo camión que conducía por un accidentado camino de terracería, transportaba a las personas que salían de Eldorado rumbo a Culiacán, y a la inversa; dice que era de mal genio, pero muy sevicial. También era dueño del único automóvil de alquiler existente en el pueblo, posición que lo convirtió en celestino, pues las parejas de enamorados en su desespero por jurarse amor eterno, lo contrataban para darse a la fuga y consumar así su matrimonio baja el amparo de la tercera ley. También Esperanza menciona a El Pule, un obrero que gustaba llevarse a la boca carbones encendidos que extraía de los hornos de la fábrica.

Un vecino de Eldorado fue el doctor Figueroa, quien muy anciano llegó al pueblo para hacerse cargo del servicio médico para empleados y trabajadores. Aseguraba que extrajo las balas a Maximiliano después de su fusilamiento en el Cerro de las Campanas. Uno de sus gustos era mostrar los plomos de los proyectiles que quitaron la vida al emperador.

Relata desastres naturales, como trombas, colas, ciclones y tormentas que arrasan árboles, viviendas y cultivos. Asimismo, relata el desbordamiento del río San Lorenzo al no estar controladas sus aguas por presa alguna, provocando inundaciones como la ocurrida en septiembre de 1968. Legó un bello relato sobre la leyenda del ánima del callejón y de lo milagrosa que es, esto si se pide con fervor su ayuda en solucionar algo que nos acongoja. Es tan eficiente, que su fama ha traspasado las fronteras.

En el libro se registran algunos de los sucesos trágicos ocurridos dentro del ingenio, como el que protagonizó Agustín Bandrich Pérez el 25 de febrero de 1940, durante la Semana de Pascua. Esperanza anotó que la tragedia ocurrió cuando el obrero andaba revisando el chute, que no era otra cosa que por donde cae el bagazo a las calderas, que hizo presión con una barra, derrumbándose el material de la boca del chute, que no era otra cosa que por donde salen las llamas, lo quitaron casi inmediatamente, pero recibió graves quemaduras en todo el cuerpo, tenía rostizadas parte de sus carnes, sus ropas fueron consumidas por las llamas, muriendo pocos minutos después del accidente. Se ganó el respeto y admiración de los testigos del rescate, pues Esperanza asentó que pese a la gravedad de las lesiones no se quejaba, incluso, cuando el médico le preguntó que cómo se sentía, él contestó: qué preguntas hace usted. Hablaba como si nada hubiera pasado.

Un gran acierto fue el rescate de ese hermoso poema a Eldorado escrito por Alfonso Lavín López, en donde expresa con todo sentimiento y sapiencia su amor a la tierra que lo acobijó y le ofreció el descanso eterno (1963).

El poema intitulado Canto a Eldorado, que se estrenó el doce de junio de 1953, se integra con catorce cuartetas, distribuidas en siete bloques que le cantan al pueblo, escuela, iglesia, fábrica y al mar. He aquí un fragmento:

Eldorado:

Mudo testigo de mis años mozos

tierra de promisión que te bendigo,

inspirado en el amor que te prodigo

te dedico estos versos amorosos.

Hay para todos en este libro. Para aquellos que gustan de las biografías, en él encuentran elementos para integrar una muy buena sobre Diego Redo de la Vega, pues la autora dedica una parte a relatar sus experiencias y apreciaciones sobre su patrón, en especial a partir de su regreso al país y su estancia en Eldorado, pues durante esta etapa de su vida ella fue su fiel secretaria estenógrafa.

No me queda más que invitar a la lectura de Eldorado. Un pueblo contra su nombres, asegurándoles que van a disfrutar párrafo por párrafo. A la vez hago una invitación para recoger la estafeta que Esperanza dejó como un legado para motivar a seguir escribiendo sobre el terreno que nos vio nacer, o que nos adoptó o nos atrapó con su encanto.

Me pregunto ¿Qué fin tuvo el diario o las memorias que Diego Redo dictó a Esperanza? ¿Dónde está el poemario de Lavín? Hay que rescatarlos. Es de justicia que los eldoreadenses en reconocimiento a esta culta señorita, cuando menos inmortalicen su memoria inscribiendo su nombre en alguna calle, colonia o escuela.


[1]Esperanza Echavarría (2000), Eldorado. Un pueblo contra su nombre, La Crónica de Culiacán, Colección Dixit 7, Culiacán México.