Rosendo Romero Guzmán.
¿Descanso eterno? ¿Inicio de otra vida?
¿Cuál? Estoy en un tiradero de carnes y huesos.
Mendigo usurero y su plan funerario.
Cobró por recibir mis restos.
¿Dónde está ese lugar maravilloso que ofreció?
¿Duermo hasta el día de la resurrección?
Quién ha dicho dormir. Mi vecino el buchón se retuerce en el ataúd.
Una mujer llora lastimosa. Él bebé desconsolado busca a su madre.
Sobre la lápida fría la madre le llora a su hijo.
El hijo reclama la herencia ante la tumba de la madre.
¿Quién puede dormir así?
Aquí esperamos al eterno. Va en serio
El tiempo acabó con todo. Los gusanos y larvas ayudaron.
La memoria me borró del mundo de los vivos. Nadie me recuerda.
Soy un estorbo. Vivo entre la basura, serpientes, ardillas y «tochis».
Una vez al año limpian mi morada, pero algún día nadie vendrá.
¡Íngasu roña! alguien abrió mi morada sepulcral.
Móndrigos que querrán. Se ve una luz.
Me retuerzo. Me voy a deshacer.
Adiós a la poca ropa que porto. Adiós a mi escasa y magra carne.
Alguien arroja algo sobre mí. Siento que me desarmo.
Desgraciados me juntaron con mi mujer ¿Cuál descanso eterno?
El jaleo se va a poner bueno. Ni modo, que así sea.
Ni para donde hacerse
Llegan más inquilinos a la fosa. Ya no cabemos.
Nos mueven para alojarlos. Nos meten en un costal de ixtle.
¡Madre santa! ¿Dónde quedó el respeto?
Ahora si somos un montón de huesos. Todos revueltos.
Y algún día ni eso seremos. Ni mucho menos existiremos.