Juego del Ulama

Artículo publicado por el autor en el periódico El Diario de Culiacán el día sábado 28 de septiembre de 1957, Culiacán México. Originalmente se llama Hulama.

José Ramón Sato Parra

Desconocida por un considerable sector de nuestra gran familia sinaloense, la ulama, es un viril y auténtico pasatiempo, legendario legado de nuestros antepasados, es vestigio único de lo que constituía el premio a sus agobiantes labores campiranas, y que, como bien ganada diversión a sus seculares limitaciones y cotidianos afanes, mantiene viva la llama en muchos corazones todavía, de una gran parte de pobladores en los municipios de Angostura, Mocorito y Sinaloa.

Manifestación perenne de la hombría de bien del antiguo sinaloense, que, bajo el rubro de una escritura informal, simbolizaba el compromiso contraído, donde especificaba la fecha, el lugar, el nombre de los contendientes y el monto de las apuestas de una ulama, que venía a constituir la tónica y el aliciente de toda la comarca anhelante de ver en acción a los contendientes, que cual rurales atletas se iban a disputar en buena lid, la supremacía de sus respectivas demarcaciones.

Subyugante es, este regionalismo juego de pelota, que practicado con el brazo derecho o el izquierdo – según el predominio de los hemisferios cerebrales del atleta -, vendado con fajas hechas de tela de manta de algodón, ha tenido algunas variantes de unas regiones a otras; ya que más hacia el norte del Estado, en donde se practica entre algunos grupos mayos del municipio de El Fuerte, lo juegan utilizando la cadera, -hueso iliaco- en lugar del brazo, variante que implica mayores riesgos de lesionar órganos vitales del abdomen o de la caja toráxica del individuo.

Se escoge un terreno plano, y en él, son trazados con la planta del pie descalzo, dos líneas paraleles de cien metros aproximadamente de longitud y metro y medio separadas, cerradas ambas en sus extremos se colocan los jueces que son designados por vigilar la buena marcha del encuentro, y que rústica y objetivamente se la ha conferido el nombre de “vedores”.

No obstante, la invasión tremenda de deportes importados, la ulama ha logrado sobrevivir al impacto del modernismo, y aquella en conjunción con las tradicionales carreras de caballos y músicas de viento ha venido a construir la trilogía que mantiene encendida aún, en el espíritu de una gran parte de nuestros contemporáneos, la lámpara votiva que con extrema devoción, le ofrendan a sus costumbres regionales.

Los lectores, -alta presunción del autor, si los tuviese – encontrarán a continuación nombres entrecomillados, desconocidos para unos, pero que, si se expresara el significado literal de los mismos, perderían el contenido folklórico que se ha tratado respetar; son expresiones indígenas empleadas en el trascurso del juego y que no se han omitido para no diluir su verdadero contenido.

Los nombres propios de lugares se pueden constatar que efectivamente existen, y los nombres propios de personas pertenecen a hombres de la realidad sinaloense, anónimos atletas rurales, que vivieron una época, o que quizá vivan todavía; y que, si magníficamente cumplían con sus labores cotidianas como hombres, en el campo del juego producían el arrastre de verdaderas caravanas, que en alegres romerías acudían de comarcas lejanas para vitorearlos como verdaderos ídolos regionales.

A estos ignorados hombres, que aún mantiene latentes costumbres regionales, y que a sus pueblos han brindado momentos de verdadero deleite, produciéndoles destellos de alegría dentro de su perenne vivir de incertidumbre, a ellos, van dedicadas estas remembranzas que llevan la ambiciosa aspiración de semejar estrofas; y que no por modestas, dejarán de ser sinceras.

Folklórica costumbre de un gran pueblo cubrirse el antebrazo en un segmento, luchando al conservar, entre dos rectas un esferoide que vuela al firmamento; y qué al impulso viril del antebrazo, semeja un proyectil que lleva el viento.

Fastuosas luchas rubrica el gran evento en el autónomo jugar a la pelota, los hombres que jamás por un momento fatigas en sus rostros se les nota, y eslabonando labores campiranas persisten bajo el sol, que es su elemento.

Se inquieta la marisma engalanada en el gran día que al fin se ha despejado; Torebi, San Luciano y la Cercada, han troncado por “cueras” sus arados, y la manta trigueña ya amarrada de antebrazos broncíneos y tostados, formalizan la ulama escriturada.

Como irreal personaje de leyenda invicto en El Playón, está “El Dulcero” gigante pescador con atarraya, que en mar adentro es sin par atarrayero, en tierra firme el mejor de los “maleros”, y en la indiana “topada” de pelota está el “Cuate”, su eterno compañero.

Ya los costeños tomaron su partido y los rústicos atletas van confiados, sus caballo y bueyes han vendido y sus garbanzales ya fueron apostados; todo está por jugarse en gran ulama donde habrá un vencedor y, un gran vencido.

Ya de la sierra, bajo sonoro grito el audaz reto de “Luis el Guamuchileño”, que junto al “Zurdo” que habita en Mocorito de La Misión, el héroe lugareño, lo aclaman Cerro Agudo y Palmarito, y conquista el corazón del mazateño.

Las enramadas pletóricas de gente, sus arrogantes sombreros baten palma; está la muchedumbre ya impaciente, sonoros cascabeles hay en su alma. En “el analco” del “taste” va la ulama con flamígero entusiasmo del ambiente.

El encuentro comienza con “la pehua” y “el topador” acecha como fiera, espera que en “la huala” del “malero” se esfumen las angustias de su espera; o el devolver con el “hueche” de su brazo se enarbolen los hules de la esfera.

El calor canicular arroja lumbre, se escucha el griterío de la gente. La bronca interjección es su costumbre al liberar emociones de su mente, con gritos que lanzando al adversario existan la pasión ardientemente.

Incansables, eternos contendientes que al ébano del brazo le dan vuelo, desafiando al calor, su sangre hirviente otras ulamas, se juegan con el cielo; y el sol es la pelota del espacio que en el ocaso se arrastra por el suelo.

La ulama ha terminado, ya se apresta, el vencido a pagar lo que ha perdido, y el vencedor a cobrar lo que ha ganado; la música de viento en la enramada tocando “El Toro” o “El Novillo Despuntado” al espontáneo lo incita el “zapateado”.

No hay tristeza, no hay odios, ni rencores, porque si alguien perdió, ya estaba escrito, y si tremendo fue “el male” del “Dulcero”, muy fina calidad de gran “malero” demostró el “Zurdo” que vive en Mocorito.

La ulama, el inmortal rodar de la pelota, pasatiempo ancestral avasallante, es la antigua tradición que se remonta al imperio pagano ya distante. Ulama eterna, es la vida palpitante, al perdurar entre rectas el nahoa “huechando” la pelota rebotante, quisiera darle un triunfo, a Sinaloa.