IRMA GARMENDIA BAZÚA, CRONISTA HONORARIA DE ELDORADO

Marzo, mes de la Mujer

Su padre fue el profesor y comerciante Emilio Garmendia Lizardi y su madre la señora María Bazúa Gutiérrez. Tuvieron que pasar siete años para que pudiera ser bautizada, debido a los conflictos con la iglesia que iniciaron en los años veinte y que se minimizaron ya entrados los años cuarenta del siglo pasado. Por la vía paterna es sobrina nieta del revolucionario teniente coronel Gustavo Garmendia Villafañe, en cuyo honor, el principal mercado municipal de la ciudad de Culiacán lleva su nombre.

Eldorado que la vio nacer, era próspero, aunque había pobreza. Era un pueblo que daba trabajo a la gente del Valle del San Lorenzo, pues su actividad fabril y todo lo que giraba en torno a la producción de azúcar generaba tal riqueza que parecía que el pueblo no dormía. Era un pueblo integrado mayoritariamente por inmigrantes, de diversos rincones del país y del estado, pero además había comunidades de chinos, japoneses, árabes, estadounidenses, franceses y españoles, entre otros.

Su infancia fue como la de cualquiera niña pueblerina de la época, en donde los menores ayudaban principalmente en la economía familiar y en los quehaceres domésticos. En este tiempo las mujeres quedaban a cargo de la madre, que las cuidaban con singular celo y mantenían bajo la sombra protectora de sus enaguas, enseñándoles lo esencial para que en su momento se convirtieran en buenas esposas y madres. Era mal visto que las mujeres asistieran a la escuela, mucho menos que trabajaran fuera del hogar, además de no tener derecho al voto electoral ni ser electas para un cargo público.

Muchas mujeres de los años treinta llegaron a la edad adulta sin haber conocido la ciudad de Culiacán. Afortunadamente no fue el caso de la señora Irma, ella aún no olvida ese primer viaje que realizó en su niñez, acompañando a su padre a la capital del estado, fue algo extraordinario porque era introducirse en otro mundo, más cuando hicieron un viaje que duró todo el día por un accidentado camino de terracería. Así por primera vez vio la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Rosario, el puente «General Francisco Cañedo», Los antiguos portales, la cárcel pública, El Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, la plazuela Antonio Rosales, el Teatro Apolo, el Colegio Civil Rosales, en fin.

Afortunadamente tuvo la oportunidad asistir a la Escuela Primaria Urbana Federal «General Ángel Flores» mejor conocida como la escuelona, plantel oficial que impartía educación primaria. La oferta se centraba en dos etapas, la básica, que era cursar hasta tercer grado, pero había otros niños, más afortuna[1]dos, como ella, que continuaban sus estudios hasta terminar el sexto grado, era la primaria superior, y de ahí dependiendo de sus capacidades y habilidades, aunado a las necesidades del gobierno, se les ofrecía capacitación para convertirse en profesores de primaria. Doña Irma terminó la primaria en 1948, y ¿ahora qué? Se preguntó, más que le gustaba la lectura, incluso devoró con avidez algunos textos de la pequeña biblioteca paterna, llegando incluso a su corta edad a escribir poesía.

Quería estudiar, pero en el pueblo sólo había la opción de ingresar al Colegio Alejandro Redo, institución para mujeres fundada en 1937 y cuya administración corría y todavía lo está a cargo de monjitas, pero estudiar en el colegio era difícil al ser escuela privada y no todos tenían para pagar las colegiaturas, además de existir entre los padres cierta desconfianza para inscribirlas, al temer que sus hijas pudieran ser convencidas para que ingresaran a la grey religiosa, primeramente como novicias y después como monjas. No sé cómo lo logró, pero convenció a sus padres para que le permitieran ingresar al colegio y ahí permaneció hasta que se graduó en 1951 como auxiliar de contabilidad y secretariado ejecutivo, y cumpliendo con la exigencia académica tuvo que hacer un álbum con cartas, oficios, textos mecanografiados y escritos en taquigrafía y todo aquello que avalara sus destrezas. En su paso por el colegio aprendió a tocar el piano y aumentó su acervo cultural al ser asidua consultora de los textos resguardados en la biblioteca del plantel.

Culminados sus estudios en el colegio, su papá, le habló para proponerle que le ayudara en los asuntos administrativos y contables de su tienda La Competidora, a lo que ella accedió, aunque pidió que le dieran oportunidad de seguir con sus clases de piano con las religiosas. En ese ir y venir de la casa a la tienda y al colegio conoció a un galeno recién egresado del Instituto Politécnico Nacional, me refiero al médico Manuel Valencia de la Rocha con la que formó una familia y procreó a siete hijos.

La señora, como buena compañera, buscó la manera de estudiar para auxiliar de enfermería y así ayudar a su marido en su práctica profesional, primero para que se titulara y después en el ejercicio de tan noble profesión, convirtiéndose en una eficaz asistente cuando las circunstancias lo ameritaban y lo permitían.

Establecidos en Eldorado y al mejorar la economía familiar, el matrimonio construyó en la colonia Escobedo una amplia residencia, hermosa y moderna, seguramente diseñada por algún arquitecto. Tenía amplios jardines al frente, adornado con una diminuta fuente que los más pequeños de la casa, creían que era una alberca que en el verano aprovechaban para mitigar el calor. Sus jardines los cuidaba personalmente con mucho esmero, requiriendo de la ayuda de un jardinero que era su vecino, su amor a las plantas la llevó a aprender, con el ingeniero inglés Dyfrig McHathe Forbes, cómo elaborar composta. Al frente estaba una pequeña cochera para resguardar el auto familiar que utilizaban en su vida cotidiana, mientras que en el patio se veía una lancha con motor fuera de borda y el auto del esposo en su cochera exclusiva. En la calle y frente a la cochera familiar, el doctor estacionaba un jeep que usaba cuando salía de pesca en el litoral del Mar de Cortés. El edificio principal estaba en el centro del predio era de dos plantas, en la de abajo incluía una amplia sala y cocina, además del consultorio médico. Atrás se veía una construcción que se perfilaba como una futura clínica. En la segunda planta fueron construidas las recámaras y una amplia terraza al aire libre. La finca ya no existe, fue vendida y el nuevo dueño la derrumbó para levantar un centro de diversión.

Doña Irma y su marido fueron más allá al fomentar desde diversas trincheras el desarrollo del pueblo, para que éste ya no fuera en contra de su nombre y dejara de ser el empolvado o el enlodado en lugar de Eldorado. En los años setenta la pareja formó parte del comité que pidió la municipalización, siendo acompañados en la dirigencia por el profesor Jaime Norberto Ortega Landeros y el ingeniero Héctor Anaya Wynnans, desafortunadamente esto, no prosperó con la prontitud que ameritaba, y en el camino algunos líderes y simpatizantes declinaron, pasaron a mejor vida o han buscado otros horizontes, pero doña Irma y otros eldoradenses no quitaron el dedo del renglón, y en cuanto tuvieron oportunidad, hicieron manifiesto su sentimiento de municipalización al igual de fundar el museo comunitario. La petición a que Eldorado sea municipio siguió vigente y a la espera, sueño que se convirtió en realidad el cinco de marzo de 2021, cuando el Congreso del Estado aprobó su formación, convirtiéndose así en el municipio número diecinueve.

El matrimonio Valencia Garmendia apoyó diversas causas comunitarias desde su trinchera del Club de Leones, sirviendo la terraza de la casa familiar como centro de reunión y operaciones, ejemplo, es la lucha para la instalación, en el pueblo, de una delegación de la benemérita Cruz Roja Mexicana.

Siendo una mujer treintañera, decide, contra viento y marea, inscribirse en la Escuela Secundaria «Valentín Gómez Farías». Era normal verla asistir a clases junto con compañeros que, por la edad, podían ser sus hijos, esto lo hizo porque en ese tiempo no había, en el pueblo programas para educación para adultos. Siguió su aprendizaje educativo, inició su bachillerato en la Preparatoria Emiliano Zapata en la ciudad de Culiacán, aunque la terminó en su pueblo aprovechando la apertura de una preparatoria nocturna de nombre Gabino Barreda, a través del tiempo logró, en su adultez, una licenciatura en psicología humanística y psicoterapeuta, cerrando el ciclo con un doctorado en 2008.

Le atrajo el apostolado del magisterio. Su incursión en el mundo de la enseñanza data desde 1970 y la ejerció en su pueblo natal, inició esta actividad impartiendo clases de español e higiene psicosomática en el Colegio Alejandro Redo, hasta que en 1984 aprovecho la oportunidad de ingresar como profesora de literatura y educación artística en el plantel número treinta y uno del sistema Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa ubicado en su pueblo natal, y pese a quien le pese, lleva con orgullo su nombre.

No se ha limitado en el arte de la expresión verbal, pues ha recorrido diferentes rutas literarias permitiéndole escribir artículos periodísticos, ensayos, trabajos monográficos, cuentos, pequeñas obras de teatro, creación y rescate de pastorelas. También le interesa el rescate de tradiciones orales, la poesía y la crónica de corte histórico. Siempre ha buscados nuevas palestras para expresarse, inquietud que la ha permitido colaborar en revistas como Tierra Adentro, Letras de Baja California, Brechas, Estela Cultural de Xalapa, La Palabra y el Hombre, Afirmativa, Todas las Voces, Punto de Partida, Estela Cultural, Equs entre otras. Ha colaborado en los periódicos locales como Noroeste, El Debate, La Hora y El Sol de Sinaloa.

En recompensa a su creatividad, ha recibido múltiples reconocimientos, como los obtenidos en Ciudad Marte, Tamaulipas en 1976 y 1977, con sus trabajos de poesía Diálogo y diáfanas contexturas. Otras premiaciones las obtuvo en Juegos Florales de Ciudad Guzmán, Premio Silvano Carrillo y Cárdenas de Guadalajara, Juegos Florales Nacionales en Oaxtepec, Morelos. En 1981 es galardonada con el primer lugar por su poesía Metamorfosis de Evad dentro del marco del Premio Mocorito Dr. Enrique Peña Gutiérrez (cuento y poesía).

Algunos de sus poemarios son Elementales, Las espinas de sueño, Caminos y espuma, Signos y azahares, Dioses náufragos, y Colibríes. Participó en los colectivos Seis veces seis voces, Ocho escritoras sinaloenses, Todas las voces y en Irización.

La Comisión de Planeación del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa le otorgó, en 2008, un reconocimiento por su labor artística y cultural. En 2012, el H. Ayuntamiento de Culiacán le brinda homenaje al otorgarle el Premio Coltzin por sus méritos como adulto mayor productivo. Nuevamente en el 2016, se hizo acreedora al Premio Sinaloa de Las Artes, máximo galardón que entrega el gobierno del estado al sinaloense que se distingue por haber contribuido con su obra creativa al enriquecimiento del patrimonio cultural y al progreso del arte en la entidad. Si es profeta en su propia tierra, pues en 2017 y en el marco de los festejos de la fundación de Eldorado, fue homenajeada en un evento muy emotivo donde asistieron principalmente autoridades, cronistas, familiares, amigos, antiguos alumnos y vecinos.

Ha incursionado en la tarea de escribir sobre historia y crónica regional, actividad en la que ha sobresalido, tan es así que en 2013 el cabildo de Culiacán la nombró Cronista Honoraria de Eldorado. Es miembro activo de Academia Cultural Roberto Hernández Rodríguez y de La Crónica de Sinaloa, AC. La última asociación mencionada la ha apoyado publicando escritos en la revista oficial. Participa activamente como ponente en diversos encuentros y congresos de cronistas e historiadores que se han organizado a nivel nacional y local, es tal su entusiasmo y entrega, que, en el marco del festival cultural para celebrar el 488 aniversario de la fundación de la ciudad, recibió un emotivo reconocimiento por su trayectoria como cronista. Los cronistas sinaloenses la consideran, según expresan en diferentes foros, que es la reina del gremio, al ser de las pocas mujeres que se dedican a este oficio con tanta perseverancia y calidad.

En el campo de la crónica ha dejado para la posteridad, entre otros escritos:

Crónicanto a la ciudad de Culiacán 1531- 2018 (2018), La Crónica de Sinaloa y La Crónica de Culiacán, Culiacán, México.

· Tres etapas históricas de Eldorado, Sinaloa.1865-2017 (2018), en Jorge Briones Franco (coordinador), Fundación de Pueblos en Sinaloa y Nayarit, Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa y La Crónica de Nayarit, AC, sli.

·  Crónicas de luz y sus reveses (2016), Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, México.

· Crónicas y algo más. Eldorado (2010), editado por la Confraternidad de Eldoradenses, Comisión Estatal para las Conmemoraciones del 2010 en Sinaloa, Comité de Amigos de la Biblioteca Pública Carlos Manuel Aguirre del AHGES y la Academia de Ingeniería Civil de Sinaloa, Culiacán, México.

Pues hasta aquí dejo esta suscita e incompleta relatoría sobre la vida de doña Irma, un ejemplo a seguir, pues desde variadas trincheras ha luchado para lograr lo que ahora es, una gran señora, que ha dado lo mejor de sí en la mejoría de la sociedad que le tocó estar inmersa.