Felipe Bachomo y la última sublevación indígena

Corría el mes de mayo de 1915 cuando surgió en Sinaloa la última sublevación indígena en relación con la cual versan los siguientes párrafos sustraídos del  libro “Sinaloa, una historia compartida” que en 1987 editó el Instituto de  Investigaciones “José María Luis Mora” en la Ciudad de México.

Miguel Ángel González Córdova

En coincidencia con la represión del villismo en el norte de Sinaloa, ocurrió la última rebelión indígena que registran las crónicas regionales; este  acontecimiento tuvo más relación con las luchas sociales de mayos y yaquis durante el siglo XIX, que con las diferencias políticas que se ventilaban entre Villa y Carranza. Entre abril y noviembre de 1915 los indios mayos del Río Fuerte aterrorizaron a la población blanca de la zona baja del valle del mismo río, a causa de sus sangrientas incursiones, saqueos, violaciones y destrucciones. La saña con que aquellos hechos se realizaron mostraban el desbordamiento de antiguos y profundos rencores.

De los indios sublevados en San Blas algunos volvieron al río Fuerte y se dieron a la tarea de enardecer los ánimos de sus hermanos de raza en contra de la población blanca. El caudillo de esta lucha fue Felipe Bachomo, joven militar indígena originario de La Palma. Las razones de la sublevación de los indios se acumulaban desde siglos atrás y no eran otras que el continuo despojo de tierras que sus comunidades sufrieron por parte de los blancos. Los mayos habían abrazado la causa revolucionaria desde 1910 con la promesa de que sus tierras serían restituidas, pero nada se había hecho al respecto después de cinco años de lucha por los intereses de los blancos. La coyuntura de 1915 ofreció la oportunidad para que los indios lucharan por sus propios intereses.

Los indígenas rebeldes hicieron alianza con los villistas que, si bien en Sonora todavía tenían fuerza militar, las graves derrotas sufridas en otros lugares hacían ver que sería el bando perdedor. Tal vez las ideas agrarias aceptadas por los villistas hayan inclinado a los indígenas para buscar apoyo en ellos, y no en el bando de Carranza que, a pesar de la expedición de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, ofrecía menos seguridades para atender con prontitud las urgentes demandas de los campesinos.

Bachomo puso su cuartel general en Jaguara, poblado indígena en las márgenes del río, y desde ahí lanzó incursiones sobre las poblaciones del valle, sin encontrar mayor resistencia que la ofrecida por los vecinos, pues el gobierno no se decidía a distraer las fuerzas regulares que combatían en contra de los villistas. Pero ocurrió que, a principios de noviembre de 1915, una columna de dos mil soldados – restos del casi destruido ejército villista – penetró en el valle del Fuerte procedente de Chihuahua. A la cabeza venía el general Juan M. Banderas, con Orestes Pereyra y otros destacados jefes, y a este contingente se sumó el de Felipe Bachomo-

El general Mateo Muñoz organizó la contraofensiva y logró detener a los villistas en las goteras de El Fuerte (5 al 7 de noviembre). Los vecinos se replegaron hacia los territorios controlados por Bachomo en la parte baja del valle, y el 19 de noviembre realizaron la última incursión en contra de la población de Los Mochis. Los jefes carrancistas decidieron entonces lanzar una campaña formal contra indígenas y villistas, que fue confiada al coronel José Gonzalo Escobar y al general Mateo Muñoz. La campaña fue rápida y efectiva (23 al 25 de noviembre); los indígenas fueron derrotados en sus propios terrenos y obligados a huir en desbandada rumbo a Sonora. Perseguidos con ahínco, Banderas y Bachomo fueron capturados en Movas el día 5 de diciembre; fueron luego trasladados a la ciudad de México para ser juzgados. Banderas fue amnistiado y Bachomo fue trasladado a Culiacán para comparecer ante un consejo de guerra que lo sentenció a la pena capital. Fue ejecutado en Los Mochis el martes 25 de octubre de 1916.

La rebelión de los indígenas mayos, que muchos historiadores confunden con un episodio más de la lucha contra el villismo, fue en realidad una manifestación de los problemas sociales del campesinado sinaloenses, gestados a lo largo de muchos años, agudizados durante la era de Cañedo y no atendidos de inmediato por los revolucionarios. Habría que esperar hasta la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934 – 1940) para que las reclamaciones de los indígenas recibieran atención y solución adecuadas.