Francisco Padilla Beltrán, Cronista Oficial de Culiacán
En los primeros días del mes de junio de 1911, las tropas federales comandadas por el general Higinio Aguilar y el coronel Luis G. Morelos terminaron rindiéndose ante los revolucionarios maderistas. Desde el mes de mayo cuatro mil hombres de pueblos y rancherías cercanas habían sitiado la ciudad. Los federales, algunos vecinos y los presos que soltaron se atrincheraron en los principales edificios públicos, y privados. La batalla no duró mucho tiempo, fue imposible detener a las furibundas y rencorosas masas de campesinos comandadas por Ramón F. Iturbe, Juan M. Banderas, Herculano de la Rocha y algunos otros más.
Uno a uno fueron tomados los edificios por los rebeldes, el general Higinio Aguilar al verse vencido huyó a Mazatlán, el último reducto fue el templo del Sagrado Corazón de Jesús (El Santuario) defendido por el coronel Morelos con 92 hombres y una ametralladora. Durante todo el día del primero de junio resistió. Sólo la participación de una comisión formada por damas de la ciudad y el obispo pudieron convencer a Morelos al informarle los acuerdos de capitulación de la ciudad y que se le respetaría la vida. La valentía del coronel despertó la admiración hasta de los mismos soldados maderistas, no así de los caudillos revolucionarios a quienes había vencido en otras ocasiones y en venganza pretendían fusilarlo.
Ni las suplicas del gobernador Redo, ni la de algunos civiles maderistas lograron respetarle la vida como se había acordado, fue sacado la noche del 6 de junio y lo condujeron al panteón San Juan. Hasta en sus últimos momentos demostró su valentía al pedirles que lo fusilaran como lo que era, un militar y no atado como un asesino, el mismo dirigió su ejecución. El 9 de junio su esposa se trasladó desde la ciudad de México para exhumar sus restos y la revolución continuó.