Del Corazón de una palma nació otra Isabel

Francisco Padilla Beltrán Cronista oficial de Culiacán

Una mañana de marzo de 1602, después de muchos días de camino y soportado las inclemencias del clima, llegó a San Miguel de Culiacán, el español, clérigo y poeta Bernardo de Balbuena, había sido invitado por una de las familias fundadoras de la ciudad los De Tovar. Venía invitado por Isabel, aunque ya mayor, era una de las mujeres más bellas de la ciudad, y de la cual Balbuena estaba impresionado y admiraba su inteligencia. Fueron largas pláticas que sostuvieron a la sombra de los viejos portales y en la vieja casona solariega, muchas de esas conversaciones tenían que ver con el interés de ella por conocer la capital de la Nueva España pues ya viuda y habiendo sido sacrificado su único hijo misionero en la sierra de Durango, tenía la firme decisión de recluirse en un convento de la capital. Cuando Bernardo de Balbuena se despidió de ella le prometió enviarle una carta describiéndole las virtudes y grandezas de la gran ciudad. Y así lo hizo, fue así como apareció: Grandeza Mexicana, uno de los grandes poemas épicos americanos que describe con grandilocuencia y admiración la gran ciudad que comenzaba a urbanizarse con las viejas casonas que hoy conocemos y a describir su vida cotidiana. El poema estaba dedicado a Isabel. (Libro editado por Porrúa).
Isabel de Tovar se recluyó en el convento de San Lorenzo y ahí murió. Balbuena se fue de México, llegó a ser obispo de Puerto Rico y jamás volvió a la Nueva España
Y nos seguimos preguntando: ¿Por qué fue Bernardo a buscar a Isabel a un pueblo alejado y olvidado llamado San Miguel de Culiacán? ¿Hubo acaso algún amorío entre ambos como se ha especulado? ¿Tal vez nunca lo sabremos? o sí.